Arbiter elegantiae
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Semana de Música Sacra de Segovia
Alejandro
Bustamante, violín
El violín espiritual
Obras
de Biber, Guinjoan, Bustamante y Bach
San
Juan de los Caballeros - Museo Zuloaga
Luis
Hidalgo Martín
Reconozco que durante la Semana Santa
soy amante de los tópicos, entre ellos las películas de romanos con los
clásicos Ben Hur, Espartaco y Quo Vadis a la cabeza. En esta última, además del histriónico Nerón
encarnado por Peter Ustinov, me seduce el personaje del político y escritor
Petronio, referido por el historiador Tácito como "arbiter
elegantiae". Ni más ni menos que esa idea de árbitro de la elegancia es la
que, el miércoles en San Juan de los Caballeros, creó en mi mente la escucha
del violinista Alejandro Bustamante. La calidez de su sonido, su finura
interpretativa, la concentración de su discurso musical en el que cada nota se
muestra como eslabón imprescindible en la cadena expresiva, o su habilidad para
mantener la tensión del silencio final que como un marco protector separa la
música de la estridencia del aplauso, fueron las fuentes que alimentaron tal
pensamiento.
Pero no sólo elegante, también
inteligente se mostró Alejandro Bustamante en la confección de un programa que
naciendo y muriendo en la época barroca encuentra su madurez en el siglo XX y
la actualidad con una selección de obras que, sin ser estrictamente religiosas,
invitan a la emoción y la espiritualidad como pocas.
La Passacaglia que cierra las célebres Sonatas del Rosario de Heinrich Ignaz Franz von Biber abrió el
concierto a la vez que el frasco de las esencias del violinista, sonido redondo
y equilibrado, claridad en el difícil tejido polifónico y virtuosismo, orientado
no al lucimiento personal sino como herramienta constructiva del edificio
sonoro, virtud que volvería a repetirse en la Ciaccona bachiana que cerraría el mágico circulo musical descrito
por el violinista.
Tensió
de Joan Guinjoan es una obra de gran complejidad en el aspecto técnico y como
propuesta hacia el oyente. Ansiosa y agresiva, con veladas citas al
apocalíptico himno Dies Irae que
inspirara a compositores como Berlioz, Liszt o Ysaÿe, es una música que exige
del intérprete el dominio de numerosas técnicas instrumentales en las que
Bustamante demostró su solvencia, pero esa elegancia antes mencionada resultó
en este caso ser arma de doble filo. Allí donde el sonido redondo, faltó
acritud, y donde la emoción, arrebato.
Todo ciclo de conciertos debiera siempre estimular la creación de nuevas
obras, en esta edición la Semana de Música Sacra de Segovia ha estrenado un
total de cinco composiciones. En el concierto que nos ocupa pudimos escuchar
por primera vez el Canto al Cristo de los
Gascones compuesta por Miguel Bustamante, padre del violinista. Dedicada a
la ciudad de Segovia y nacida de las impresiones del autor sobre la leyenda del
Cristo medieval es una obra de gran belleza con misteriosas líneas melódicas
sostenidas sobre bordones de ecos medievales, sinuosos arabescos y una
interesante sección media más agitada y con un lenguaje contemporáneo que poco
a poco nos devuelve al ambiente contemplativo original y que felizmente
concluye con un literal mutis por el foro.
De vuelta al Barroco, el concierto
concluyó con la monumental Partita 2 BWV
1004 de Johann Sebastian Bach. Obra fundamental del repertorio
violinístico, famosa por su inmensa Ciaccona
final -muy conocida también por sublimes adaptaciones como las de Busoni,
Segovia o Stokowski- y en la que Alejandro Bustamante, haciendo gala de sus
dotes para el arbitraje, no incurrió en el error de magnificar la chacona en
detrimento de las cuatro danzas precedentes. De nuevo la belleza del sonido, la
precisión rítmica, la variedad de carácter, la pulcritud, el equilibrio y ese
discurso de amplia visión, capaz de hacer crecer la música, forjaron una
interpretación magistral.
Luis
Hidalgo Martín
(Publicado
en El Norte de Castilla. viernes 25-3-2016)
Cristo de los Gascones
San Juan de los Caballeros
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